Tanto los hombres como las mujeres se burlaban de mí, y al verme, algunas personas, llenas de terror, corrieron a refugiarse en sus casas.
Al llegar al fin a la plaza del mercado, un joven, de pie en el tejado de su casa, señalándome, exclamó: ¡Miren es un loco! Levanté la cabeza para ver quien gritaba, y por vez primera el sol acarició mi rostro desnudo, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise volver a tener disfraz alguno. Y como si fuera presa de un trance grité: "¡Alabados, alabados sean los ladrones que robaron mis disfraces!"
Fue así que me convertí en un loco.
Y en mi locura he encontrado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues aquellos que nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón que se encuentra en prisión, esta a salvo de otro ladrón.
El loco / Gibrán Jalil Gibrán
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