agosto 08, 2011

Preguntaréis cómo me volví loco. Sucedió de esta manera: Un día, mucho antes de que los dioses nacieran, desperté de un profundo sueño y noté que todos mis disfraces habían sido robados-, sí, los siete disfraces que yo mismo había confeccionado, los cuales llevé en siete de mis distintas existencias, corrí por las calles sin disfraz alguno vociferando así: "¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!"

Tanto los hombres como las mujeres se burlaban de mí, y al verme, algunas personas, llenas de terror, corrieron a refugiarse en sus casas.

Al llegar al fin a la plaza del mercado, un joven, de pie en el tejado de su casa, señalándome, exclamó: ¡Miren es un loco! Levanté la cabeza para ver quien gritaba, y por vez primera el sol acarició mi rostro desnudo, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise volver a tener disfraz alguno. Y como si fuera presa de un trance grité: "¡Alabados, alabados sean los ladrones que robaron mis disfraces!"

Fue así que me convertí en un loco.

Y en mi locura he encontrado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues aquellos que nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón que se encuentra en prisión, esta a salvo de otro ladrón.


El loco / Gibrán Jalil Gibrán

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