En el
silencio de la noche, la Sabiduría penetró en mi cuarto y se quedó de pie junto
al lecho. Me miró con la expresión de una madre cariñosa, enjugó mis lágrimas,
y me dijo:
- He escuchado los gemidos de tu
alma y he venido a consolarte. Ábreme tu corazón, que yo lo llenaré de luz.
Pregúntame, que yo te mostraré el camino de la Verdad.
Atendí su indicación y le pregunté:
- ¿Quién soy yo, Sabiduría, y
cómo llegué a este lugar de horrores? ¿Qué
son estas inmensas
esperanzas, estas montañas de libros y estas extrañas figuras? ¿Qué son estos
pensamientos que viene y van como bandadas de palomas? ¿Qué son estas palabras
que articulamos con deseo y escribimos con alegría? ¿Qué son estas tristes y
gozosas conclusiones que abrazan mi alma y envuelven mi corazón? ¿ De quién son
estos ojos que me mira y taladran hasta los rincones más oscuros de mi alma, y
sin embargo, no se ocupan de mi pena? ¿Qué son estas voces que lamentan el paso
efímero de mis días y cantan las alabanzas de mi niñez? ¿Quién es este joven que
juega con mis deseos y se burla de mis sentimientos, olvidándose de las
acciones de ayer contentándose exclusivamente con lo pequeño de hoy y armándose
contra el lento acercarse de la mañana?
- ¿Qué es este mundo horrible y a qué tierra
desconocida me lleva?
- ¿Cuál
es esta tierra que abre ampliamente sus fauces para tragar nuestros cuerpos y
prepara un albergue imperecedero para los avaros? ¿Quién es este Hombre que se
da por contenta con los favores de la Fortuna y está suspirando por un beso de
los labios de la Vida, mientras la Muerte le abofetea el rostro? ¿Quién es este
Hombre que compra un momento de placer con un año de arrepentimiento, y se
entrega al sueño, cuando le rondan las pesadillas? ¿Quién es este Hombre que
nada en las olas de la Ignorancia, hacia el vértice de las Tinieblas?
- Dímelo, Sabiduría… ¿qué son
todas estas cosas?
Y la Sabiduría abrió sus
labios, y habló:
-
Tú, Hombre, eres capaz de ver el mundo con los ojos de Dios y
captar los secretos del más allá a través del pensamiento humano. Éste es el
fruto de la ignorancia.
Sal al
campo, y contempla cómo las abejas rondan las hermosas flores, y el águila se
abalanza sobre su presa. Entra en la casa de tu vecino y ve al pequeñuelo
fascinado por las llamas del hogar, mientras la madre trajina en sus tareas
domésticas. Sé como la abeja y no desperdicies los días de tu primavera mirando
lo que hace el águila. Sé como el niño a quien encanta el fuego de la
chimenea deja que la madre se dedique a
sus quehaceres. Todo lo que ves, fue y sigue siento tuyo.
Los
numerosos libros, figuras extrañas y bellos pensamientos que te rodean son
fantasmas de espíritus que te han precedido. Las palabras pronunciadas por tus
labios son los eslabones que te vincular a tus semejantes. Las conclusiones
tristes y alegres, son las semillas del pasado arrojadas en el surco de tu alma
para ser cosechadas en el futuro.
El joven
que juega con tus deseos, es el que va abrir la puerta de tu corazón para que
entre la luz. La tierra que abre sus voraces fauces para tragar al hombre y,
con él, sus obras, es la redentora de nuestras almas, que las liberará de la
esclavitud a nuestros cuerpos.
El mundo
que se mueve contigo es tu propio corazón, que es el mundo mismo. Y el hombre a
quien consideras tan pequeño e ignorante es el mensajero e Dios que ha venido a
aprender la alegría de la vida a través del dolor y de la ignorancia.
Así hablo
la Sabiduría, y poniéndome una mano en la frente calenturienta, me dijo:
- Sigue
adelante. No te detengas. Avanzar es caminar hacia la perfección. Sigue adelante,
sin temor a las espinas ni a las piedras cortantes del camino de la Vida.
- Khalil Gibran
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