enero 13, 2011

Ella esta acostada a lado de mi, se estira, justo cuando esta apunto de caer al vacío se recoje, cabe nuevamente en su espacio. Cansada, no puede mantener los ojos abiertos, escucha algo a lo lejos, su cabeza le dice q ponga atención, q puede ser importante o algo peligroso pero los parpados le pesan, como si fueran cortinas de chapopote, viscosos, los cierra. Nada importa afuera del espacio. Tiene una obsesión con la limpieza, a pesar de todo, de los ojos cerrados, del cansancio, del chapopote, siente q debe estar limpia, presentable. Se arregla, se peina entre sueños guiada por el instinto.

Yo empiezo por verla de reojo, siento su presencia y su compañía, sin darle mayor importancia. No necesito verla, me la sé de memoria. Recuerdo el cómo, dónde y por qué nos conocimos. Recuerdo la risa atrapada en sus ojos la primera vez q la ví, q me acerqué a ella y extendí mi mano. Recuerdo lo frágil q se veía, lo obsesionada q estaba con esconderse y al mismo tiempo con jugar.

Me acerco a ella, mi mano la alcanza antes de q mi cara la toque, se despierta, ronronea, me recibe, abre los ojos y me ve, me lame la cara. Me reconoce.

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